A Bruno y a mí nos gusta cuando Macario se está quieto y no anda de aquí para allá. Mientras, nosotros, permanecemos a su lado, Bruno a sus pies y yo en el sofá del estudio detrás de él.
Prepara el sermón del domingo, y se le ve muy concentrado en ello.
Cae la tarde y el silencio es profundo.
Rufo